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miércoles, 9 de febrero de 2011

Estrella a la fuga

Durante décadas, los astrónomos vienen utilizando la brillante emisión de la estrella Zeta Ophiuchi (ζ Oph) para estudiar, mediante las absorciones producidas en su vecindad, la composición química del gas que la rodea. Esta misma estrella, que se mueve a una velocidad de unos 85.000 kilómetros por hora, también es un prototipo de las denominadas "estrellas fugitivas". Una imagen de gran campo tomada recientemente por el telescopio espacial WISE de la NASA revela ahora el gigantesco frente de choque, en forma de "arco de proa", que se crea según la estrella se mueve a tan vertiginosa velocidad.

Observada en el visible, la estrella Zeta Oph parece una estrella rojiza y anodina. Nada más lejos de la realidad. Estudios en otras longitudes de onda han revelado que esta es una de las estrellas más masivas y energéticas de nuestro entorno. Situada a 460 años-luz de distancia, 20 veces más masiva que el Sol, 500 veces más voluminosa, y 68.000 veces más luminosa, Zeta Oph es una estrella azulada y sumamente brillante que al estar embebida en una nube difusa nos aparece oscurecida y enrojecida por el material polvoriento que la rodea.

De hecho, la intensísima radiación de esta estrella ofrece una oportunidad única para estudiar el medio interestelar. Por ello, durante más de cuatro décadas, Zeta Oph ha sido utilizada por los astrónomos para determinar la composición química de la nube de gas y polvo que la rodea. Este material, al absorber selectivamente la radiación estelar, produce unas marcas características en el espectro electromagnético que se observa en la dirección de la estrella. La identificación de tales absorciones, que son como las huellas digitales de los diferentes compuestos químicos, revela así la composición química de la nube que envuelve a nuestra estrella.

La gran masa de Zeta Oph la hace evolucionar a toda prisa. Las fuerzas gravitatorias en su interior son tan enormes que la energía nuclear se produce de manera desbocada. Se estima que su edad es de 4 millones de años, y que tan solo vivirá otros cuatro millones más antes de estallar en forma de supernova. Una vida muy corta si la comparamos, por ejemplo, con la vida del Sol. El Sol también parece encontrarse a la mitad de su vida, pero ya tiene 4.600 millones de años de edad, unas 1.000 veces más que la edad de Zeta Oph.

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/07/ciencia/1297075066.html

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